Obrero, revolucionario, escritor, maestro... José Berruezo fue un anarcosindicalista que luchó por la libertad y contra el fascismo, participó activamente en estas luchas a lo largo de casi todo el convulso siglo XX, conociendo la clandestinidad, la prisión, la persecución, pero construyendo activamente un mundo mejor. Queremos que ésta sea la primera de una serie de biografías de personas que tienen alguna relación con Mazarrón y han dejado una huella en la historia que queremos recordar. No es culto a la persona, sino el reconocimiento a una lucha de la que nos sentimos hereder@s.
José
Berruezo Silvente fue uno de aquellos militantes libertarios que
desarrolló su labor fundamentalmente a nivel local, que permitieron
establecer un tejido social que cohesionara a la clase trabajadora y
que desarrollaron una labor cultural antagonista al predominio de la
cultura burguesa. Sin la labor de este tipo de militantes, el
movimiento anarcosindicalista no hubiera podido subsistir.
Berruezo
destacó por su trabajo en el Barcelonés Norte, sobre todo en Santa
Coloma de Gramenet, Sant Adrià y Badalona. Fue el impulsor del
primer sindicato de clase, contribuyó a la labor cultural y política
que algunas entidades realizaron contra la Dictadura de Primo de
Rivera, fue el alma de la Casa del Pueblo colomense durante el
período de la IIª República, miembro activo del Comité
Revolucionario que, en julio de 1936, organizó la respuesta al golpe
de los militares en Santa Coloma, fue miembro del consistorio a lo
largo de toda la guerra civil y fue el último alcalde republicano,
exiliándose a Francia en enero de 1939. Fue un hombre siempre
comprometido en la lucha por la justicia social y la libertad desde
las filas de la CNT, reconociéndose como un anarquista que confiaba
en las posibilidades del ser humano para construir una sociedad
igualitaria donde los trabajadores alcanzasen definitivamente su
emancipación económica y social.
Berruezo
nació en 1895 en el pueblo minero de Mazarrón (Murcia). Allí
conoció la miserable vida de los trabajadores de la mina, las
actitudes arrogantes y prepotentes de los caciques locales, la
explotación de los niños y la falta de escuela y educación que
sufrían. Con sólo 14 años repartía manifiestos invitando a los
trabajadores a que asistieran al Centro Obrero donde se realizaban
conferencias y charlas de tipo social y podía consultarse una
biblioteca que contenía lo más granado del pensamiento laico y
progresista de la época, como los libros de la Escuela Moderna de
Ferrer y Guardia o las obras del geógrafo anarquista Eliseo Reclús.
En 1912 contribuyó, con otros jóvenes del pueblo, a la creación de
un Centro de Estudios Sociales, instalándose en una escuela donde
Berruezo enseñaba a leer y escribir a niños pequeños sin
escolarizar; se contaba también con una biblioteca y un cuadro
artístico que representaba obras de carácter social, como Aurora de
Libertad, alegoría del 1º de mayo. En 1914 sufrió su primera
detención, acusado de realizar pintadas a favor de Ferrer y Guardia
y “vivas a la anarquía”. Desde 1916 a 1919 realizó el servicio
militar en el ejército de África, siendo en este período cuando la
crisis se cebó en la minería y se cerraron numerosos pozos que
obligó a la emigración masiva, primero los jóvenes, después los
adultos y, finalmente, familias enteras. Cuando terminó la “mili”
las esperanzas de encontrar trabajo en su pueblo eran inexistentes y
dirigió sus pasos hacia Barcelona. Un emigrante más que engullía
la gran urbe.
Llegó
a Barcelona en marzo de 1919, en uno de los períodos más
conflictivos de la historia del siglo XX. La huelga de la Canadiense
daba los últimos coletazos, se conseguía la jornada de ocho horas,
la huelga general se extendía por todo el Principado y por todos los
sectores de actividad. En los meses finales de ese año se asistía a
la reacción patronal con la declaración del lockaout, entre
noviembre de 1919 y febrero de 1920, que dejó a más de 200.000
obreros sin trabajo. Encontrar trabajo no fue fácil. En la Casa
Cros, en huelga general, se lo ofrecía, pero él lo rechazó porque
no estaba dispuesto a hacer de esquirol. Se fue a Camarasa, donde
trabajó en la construcción de una presa que debía suministrar
electricidad, pero generó sospechas a la Guardia Civil porque, a
diferencia de otros trabajadores, no frecuentaba los bares ni los
prostíbulos, sino que sólo leía. Un día le avisaron que la
Guardia Civil vendría a detenerlo. Junto a un grupo de amigos huyó
a Francia, instalándose en Marsella, donde estuvo muy poco tiempo.
En los primeros meses de 1920 se instaló en Santa Coloma de
Gramenet.
Aunque
vivía en Santa Coloma, Berruezo, como otros muchos trabajadores que
se habían asentado en esta localidad durante la Gran Guerra,
trabajaba en las zonas industriales de la cercana Barcelona,
concretamente en Casa Girona, situada en Pueblo Nuevo, dedicada a la
fabricación de materiales para los ferrocarriles y que era una de
las empresas metalúrgicas más importantes de Cataluña. Junto a
otros obreros contribuyó a crear el primer sindicato de clase que
apareció en Santa Coloma, el Sindicato Único de Trabajadores,
fundado en julio de 1923 y adherido a la CNT. La implantación de la
Dictadura de Primo de Rivera llevó a su clausura en la primavera de
1924 sin que hubiese conseguido penetrar entre los obreros que
trabajaban en las pocas industrias locales. Su militancia
anarcosindicalista le llevó también a ser uno de los 500 despedidos
de la Casa Girona, quedando incluido en la “lista roja” que
advertía a los patronos de sus actividades sindicales.
Durante
la Dictadura participó en el Ateneo Instructivo Colomense, una
entidad eminentemente cultural que aglutinaba a aquellos sectores que
se oponían a la oligarquía y caciques locales. Fue un lugar de
convergencia de republicanos, catalanistas de izquierda y anarquistas
que desarrollaron una importantísima labor de deslegitimación de la
Monarquía y la Dictadura en Santa Coloma. Fue nombrado secretario y,
desde este puesto, impulsó una Comisión de Cultura dominada por los
anarquistas que se convirtió en el eje de la actividad del Ateneo
Instructivo. En 1930, cuando la Dictadura se acercaba a su final, la
Junta del Ateneo decidió nombrar a José Berruezo como corresponsal
en Santa Coloma del diario republicano El Diluvio. En sus páginas
comenzaron a aparecer continuas informaciones sobre la situación
social y urbanística de Santa Coloma, así como las conferencias
realizadas en el Ateneo. Entre los invitados a su sede se encontraban
importantes personajes de la vida política catalana de oposición a
la monarquía: Angel Samblancat, Rovira Virgili, Jordi Arquer, Angel
Pestaña, etc.
En
la medida en que se aceleraba la desintegración de la Dictadura, el
Ateneo, como entidad cultural, fue dejando paso a la reorganización
de partidos políticos republicanos que tomarían el relevo ante la
nueva situación política que se creaba. Los anarquistas decidieron,
entonces, impulsar la creación de una Casa del Pueblo que fuera
continuadora de la acción cultural del Ateneo, al tiempo que se
pensaba ya en la reorganización del Sindicato Único de Trabajadores
(SUT). Berruezo formó parte de la Comisión Organizadora que
presentó los Estatutos de la Casa del Pueblo, que fueron aprobados
en marzo de 1931, siendo elegido presidente en el mes de mayo, pocas
semanas después de proclamada la República. Este cargo lo mantuvo
de manera alternante durante todo el período republicano. También
formó parte de la Comisión Organizadora del SUT, cuyos Estatutos
fueron aprobados a finales de mayo de 1931, siendo nombrado
Secretario. Por otro lado, Berruezo se había convertido en uno de
los corresponsales de Solidaridad Obrera, el órgano de la CNT
catalana, desde su reaparición en el verano de 1930, firmando muchas
de sus colaboraciones con el seudónimo de Clarín. Al mismo tiempo,
colaboró en la organización de la Escuela Racionalista que abriría
sus puertas en diciembre de 1931 y donde ejerció, junto al maestro
titular Máximo Llorca, como maestro. Como podemos observar, nuestro
personaje se había convertido en un militante clave en las
estructuras organizativas del anarcosindicalismo colomense.
La
labor que se desarrollaba desde estos distintos ámbitos iba dirigida
fundamentalmente a los trabajadores que residían en la localidad. En
su mayor parte eran obreros de poca o nula cualificación
profesional, azotados en gran medida por la crisis económica que se
abatió sobre las zonas industriales de Cataluña a lo largo de los
años treinta; procedían en su mayor parte de la inmigración,
fundamentalmente de Murcia, Valencia y Andalucía, con un alto grado
de analfabetismo, sobre todo entre las mujeres. La casa del Pueblo
ofreció un lugar de encuentro y relación para todos aquellos que
habían tomado conciencia de la necesidad de cambiar la sociedad. En
ella se impartieron ciclos de conferencias sobre temas sociales y
científicos, se representaban semanalmente obras de teatro, obras
que poseían un alto grado de contenido crítico respecto a la
sociedad capitalista; pero la labor más importante fue el
mantenimiento de la Escuela Racionalista donde podían aprender las
materias básicas los hijos de los trabajadores que rechazaban la
escuela estatal y la religiosa. Esta escuela estuvo inspirada en los
principios de la Escuela Moderna de Ferrer y Guardia, de ahí que el
sistema de enseñanza se encontrara entre los más avanzados: el niño
como protagonista de su proceso de aprendizaje, el maestro como
compañero y consejero, coeducación de sexos, el arte y el teatro
como elementos fundamentales de la formación del niño, ausencia de
exámenes, de premios y castigos, la educación física y el
excursionismo como complemento imprescindible de la educación
infantil; en definitiva, una escuela antiautoritaria y antijerárquica
cuyo objetivo era formar niños críticos con la sociedad que les
había tocado a vivir y dispuestos, como hombres libres del mañana,
a comprometerse socialmente por el cambio revolucionario hacia una
sociedad más igualitaria y justa.
En
esta labor, Berruezo fue uno de los hombres clave y punto de
referencia, por su honestidad y coherencia, para la juventud
colomense, ganándose el aprecio incluso entre sus enemigos
políticos. Él, que siempre había mantenido una profunda
preocupación por la cultura y aprendizaje de los más pequeños,
pudo, finalmente, ejercer como maestro. A principios de 1932 fue
cerrada la empresa en que trabajaba, la Casa Nubiola, del sector
químico, instalada en Sant Martí de Provençals. Sólo hacía dos
meses que funcionaba la Escuela de la Casa del Pueblo y había
ayudado a Máximo Llorca en las tareas educativas. Ahora, sin
trabajo, Llorca (secretario del Sindicato de Profesiones Liberales,
que era el que seleccionaba a los maestros de las escuelas
racionalistas que aparecían en Cataluña) le ofreció la posibilidad
de hacerse cargo de la escuela que en Sant Adrià había abierto el
Ateneo de Cultura Social, denominado Grupo Escolar Floreal y, sin
dudarlo, aceptó la oferta. En esta escuela trabajó Berruezo durante
toda la República, excepto en los períodos en que la represión
sobre el movimiento anarcosindicalista se cebaba sobre su persona. La
escuela estaba situada en la calle Fermín Galán, muy cerca del
mercado, y las clases comenzaron con unos 14 niños entre los ocho y
los diez años. También daba clases nocturnas a jóvenes
trabajadores, de entre 14 y 16 años, que aprendían a leer y a
escribir, así como rudimentos básicos de Geografía, Historia,
Aritmética, Geometría, etc. Aunque no se poseen datos del número
de alumnos matriculados, la escuela conoció dos traslados a
edificios cada vez más amplios, lo que es síntoma de un aumento
constante en la cantidad de niños que demandaba sus servicios. El
primer traslado se realizó a un edificio de la Plaza Macià, donde
se incorporó una nueva maestra, Matilde Escuder, compañera de Félix
Carrasquer, uno de los pedagogos libertarios más importantes de la
época. Posteriormente, en 1936, se instaló definitivamente en el
edificio Polydor, donde funcionó hasta la derrota republicana frente
al franquismo.
Berruezo
también conoció la represión que las autoridades republicanas
(locales y autonómicas, ambas de ERC) ejercieron sobre el movimiento
anarcosindicalista. Estuvo detenido en cuatro ocasiones: en mayo de
1932, en el contexto de las redadas policiales que intentaban abortar
la jornada de protesta que la CNT había convocado contra las
deportaciones de sus militantes a las colonias africanas; a finales
de febrero de 1933, cuando se desarrollaron movilizaciones de parados
en Santa Coloma; en agosto de 1934, cuando todos los asistentes a una
conferencia en la Casa del Pueblo fueron detenidos de manera
preventiva; y en junio de 1935, cuando se generalizó la detenciones
de militantes cenetistas en relación a los hechos acaecidos en
octubre del año anterior. En las tres primeras detenciones salió de
la cárcel al cabo de pocos días sin que se presentaran cargos en su
contra. En la última ocasión su estancia en la cárcel duró varios
meses, siendo conducido, junto a otros 300 militantes (entre ellos
Durruti, Ascaso, Aurelio Fernández, Julián Gorkin, etc. ) a la
cárcel de Valencia.
También
salió en libertad sin que se presentaran cargos en su contra. Era lo
que se denominaba entonces, u preso gubernativo, es decir, una
fórmula de las autoridades republicanas para encarcelar sin mandato
judicial a los que consideraban un peligro social. Se trataba de una
herramienta para desarticular al movimiento revolucionario a costa de
no respetar derechos y libertades individuales que la propia
constitución
republicana
proclamaba. En el caso de Berruezo hay que señalar que su casa fue
asaltada por las “fuerzas del orden” en varias ocasiones, siempre
en busca de armas que nunca se encontraban; sus clases en Sant Adrià
fueron interrumpidas por la Guardia Civil en varias ocasiones;
también fueron numerosas las veces en que al salir de las clases
nocturnas, o de los ensayos del grupo de teatro de la escuela, la
Guardia Civil o los Mozos de Escuadra esperaban al maestro para
cachearlo impunemente.
A
pesar de esta actitud de las autoridades republicanas con el
movimiento libertario, sus militantes fueron los primeros en salir a
la calle para enfrentarse al ejército que el 18-19 de julio de 1936
se levantó en armas contra la República. Berruezo, junto a los
militantes del SUT y, en esta ocasión con los de ERC y republicanos
federales, tomaron inmediatamente el control de la situación en
Santa Coloma. Se creó un Comité Revolucionario encargado de
mantener el orden público, ejercer una estricta vigilancia sobre los
miembros de partidos de derechas (Lliga) sospechosos de poder
colaborar con el ejército que intentaba ocupar Barcelona, organizar
durante los primeros días a los voluntarios colomenses que nutrieron
las filas de las columnas que se dirigían a liberar Zaragoza de la
ocupación fascista, intentar controlar, aunque no siempre con éxito,
las venganzas indiscriminadas contra empresarios, sacerdotes o
militantes de derechas, etc. Berruezo fue el responsable del
Departamento de Gobernación, Higiene y Sanidad, cargo que siguió
manteniendo cuando se disolvió el Comité y se reorganizó de nuevo
el Ayuntamiento en octubre de 1936. Durante el transcurso de la
guerra fue nombrado secretario de la Federación Local de Sindicatos
de Gramenet del Besòs (nuevo nombre de la población) tras los
sucesos de mayo de 1937, y secretario del Sindicato de Maestros de la
localidad.
El
objetivo más importante del consistorio durante este período fue
conseguir una distribución equitativa de los alimentos entre la
población, pero también se abordaron otras deficiencias de la
localidad: se creó en la localidad una estafeta de correos (antes
toda la correspondencia pasaba por Badalona), un hospital y un
consultorio médico (se instalaron en la torre incautada a sus
propietarios de Can Roig i Torres) con servicio de ambulancia
incluido, inexistente antes en Santa Coloma. La Escuela de la Casa
del Pueblo se integró en el CENU (Consejo de la Escuela Nueva
Unificada) que se instaló en la Torre de Can Rius (Can Sisteré),
que incluía un refugio antiaéreo.
Berruezo
y Celestí Boada (ERC) fueron los hombres sobre los que recayó la
mayor responsabilidad de gobierno durante la guerra. Boada como
alcalde y Beruezo como teniente de alcalde. Cuando el primero realizó
un viaje a la URSS, entre abril y mayo de 1937, el segundo se hizo
cargo de la alcaldía. Finalmente, en la primavera de 1938, cuando
Boada fue movilizado para el ejército republicano, Berruezo fue
nombrado alcalde de Santa Coloma, cargo que ocupó hasta el 26 de
enero de 1939. El día siguiente, 27 de enero, hacían su entrada en
la población las tropas de Franco.
Berruezo
fue, por tanto, el último alcalde republicano de Santa Coloma de
Gramenet.
A
diferencia de Boada, que fue encarcelado y fusilado por la Dictadura
tras la denuncia de falangistas locales, Berruezo consiguió llegar a
Francia donde permanecería hasta su muerte (1986) Durante este largo
destierro, mantuvo siempre la esperanza en la caída del franquismo y
participó decisivamente en las organizaciones libertarias en el
exilio. Ya desde los primeros meses colaboró en la reorganización
de los primeros núcleos cenetistas, peripecias y heroicidades que
quedaron recogidas en su obra Contribución a la historia de la CNTen el exilio. Participó activamente en los debates que se suscitaban
sobre quién debería dirigir la lucha contra Franco, si los
militantes del exterior o los del interior. Berruezo defendió que la
línea a seguir debían marcarla los que actuaban en el interior ya
que eran ellos los que conocían realmente la situación de los
trabajadores, las posibilidades reales de actuar masivamente o no
contra la Dictadura, la necesidad de alianzas con otras fuerzas
políticas democráticas, etc.
Entre
noviembre de 1952 y julio de 1961 publicó quincenalmente un artículo
en el diario cenetista España Libre, dirigido sucesivamente por
Ramón Liarte, Emilio Vivas y Ginés Alonso. Bajo el título de
“Crónicas del trabajo”, Berruezo trató un sinnúmero de temas
de carácter social y político, entre los que destacaron: la
situación de los movimientos sindicales en diferentes países
europeos, como Suecia, Alemania, Francia, Inglaterra, Italia, etc.;
analizó los cambios tecnológicos que afectaban a la industria y
cómo el movimiento sindical debía adaptar sus formas de lucha a
esos cambios; abogó por la unidad sindical, y del conjunto del
movimiento obrero, pero indicando la necesidad de que se mantuviese
independiente de los partidos políticos; criticó con dureza la
situación de la clase trabajadora en los países bajo control de la
URSS y, sobre todo, la invasión de Hungría de 1956, donde la URSS
aplastó un importante movimiento social que aspiraba a una nueva
forma de entender la construcción del socialismo; no se olvidó de
tratar periódicamente la situación en España, criticando con
amargura a los países que denominándose democráticos contribuían
al mantenimiento de Franco en el poder; analizó los casos de
represión que se producían en el interior, así como los
movimientos huelguísticos que se desarrollaron a partir de 1958 en
las zonas mineras del norte; consideró también en sus crónicas que
el movimiento libertario debía adaptarse a las duras condiciones
impuestas por la Dictadura y que debía buscar la alianza con otras
fuerzas de izquierda para derrocarla cuanto antes. Esta labor la
simultaneaba con su trabajo como asalariado y con una rica
correspondencia con militantes libertarios de Europa y América
Latina.
Finalmente,
en 1976, ya muerto el dictador, Berruezo pudo visitar de nuevo Santa
Coloma de Gramenet. Era ya una Santa Coloma distinta. Había pasado
de 18.000 habitantes cuando la dejó, a 145.000. Le sorprendió la
abundancia de cafés y tabernas en contraste con la falta de centros
de cultura (excepción hecha del Centre Excursionista Puig
Castellar), entidades que sí existieron durante la República. A
instancias de algunos hombres que lo conocieron, como Joan Vicente
Castells o Enrique Casañas Piera, relató en un manuscrito los
acontecimientos políticos y sociales en los que participó y que se
publicaron bajo el nombre Por el sendero de mis recuerdos. Veinte
años de militancia libertaria en Santa Coloma de Gramenet
(1920-1939), editado y financiado por el Grupo de Estudios
Histórico-Sociales de Santa Coloma de Gramenet.
Berruezo
moriría en Aix-en-Provence en 1986, a los 91 años de edad.
Texto: Juan José Gallardo Romero